Recientemente volví a ver la primera temporada de True Detective. Además de recordar lo jodidamente buena que es esa serie en su primera temporada, me impactó mucho una escena que ya me gustó en su momento, pero que que ahora cobró un nuevo significado (suele pasar cuando revisiono películas o series).
Es la escena en la que Marty suelta un monólogo increíble en el que dice sentir que la vida se le escapa entre los dedos, como si el futuro quedara ya detrás tuyo.
Marty está rememorando el pasado, los buenos tiempos, reconociendo que pasaron muy rápido, apenas sin darse cuenta. Es bastante habitual que no nos demos cuenta de cuáles han sido lo buenos tiempos hasta que no ha pasado ya algún tiempo y podemos mirar al pasado en retrospectiva.
La sensación de que los mejores días de nuestra vida quedaron atrás es muy dolorosa. En el contexto de la serie, Marty se lamenta de no haber sido más consciente de ello, de no haber estado más presente, de no haber dedicado más tiempo a su mujer y a sus hijas. Reconoce que perdió mucho tiempo en cosas que, a la postre, estaba claro que no importaban.
La escena me golpeó de una manera especial porque tenía un sentimiento parecido. Durante prácticamente diez años viví los mejores años de mi vida. Mi década de los 30 ha sido fantástica, pudiendo vivir de negocios online que me han permitido diseñar una vida a mi medida, viajando y cultivando algunas de mis aficiones.
Pero siento que podría haber exprimido aún más este periodo. Podría haber sido mucho más valiente, debería haber ido con más convicción cuando el amor llamó a mi puerta, sin duda debí hacer mucho más caso a mi intuición, haber llevado a cabo proyectos locos que se me ocurrieron cuando aún tenía todo el tiempo del mundo para hacerlo.
Elementos fuera de mi control han hecho que los negocios hayan dejado de funcionar como antes, que los ingresos me bajaran drásticamente y que haya tenido que frenar el ritmo de vida que llevaba antes. La sensación de fracaso ha sido inmensa en los últimos dos años y yo, como Marty, me he estado preguntando si, efectivamente, los mejores años quedaron atrás.
En noviembre de 2023 mi negocio empezaba a pintar muy mal pero yo estaba disfrutando como un niño pequeño, surfeando en Puerto Escondido. Le mandé a mi buen amigo Pablo vídeos surfeando y recuerdo muy bien decirle que tenía la sensación que esos días de felicidad y hedonismo en Mexico quizás eran los últimos en mucho tiempo.
Es lógico sentirse mal cuando las cosas no van bien, pero regodearse en el fracaso es lo peor que uno puede hacer. Me costó un año recuperarme y empezar a levantar cabeza. El impacto inicial y sentimiento de fracaso de los meses que vinieron después se fue transformando lentamente en un acto de rebeldía: me niego a quedarme de brazos cruzados, creyendo que la vida ya me había ofrecido todo lo que tenía por ofrecerme.
Hay un discurso que Roger Federer dio en Dartmouth que viene muy bien en este punto. Federer cuenta que jugó 1.526 partidos en su carrera profesional y ganó el 80% de ellos, pero en realidad solo ganó el 54% de puntos de esos partidos.
El mensaje de Federer es claro: no vas a ganar todos los puntos de tu vida y el fracaso es inevitable, la cuestión es cómo vas a responder: ¿te vas a quedar en el suelo lamentándote o vas a seguir jugando?
En mi infinita ignorancia hubo un momento que llegué a pensar que la vida iba a ir siempre sobre ruedas pero a mis 40 años tengo ya bastante claro que la vida no es más que una montaña rusa con subidas, bajadas y loops que te muestran la felicidad por momentos y poco después te la quitan. La vida es un partido de tenis, y como tal, tienes que estar siempre dispuesto a devolver la pelota con el mejor de tus golpes.