8 días de road trip por el interior de Grecia y Peloponeso

Una ruta por algunos de los lugares más famosos -y otros menos trillados- del país heleno.
Cuna de nuestra civilización, Grecia está repleta de monumentos que evidencian el legado de su historia. También es un destino turístico de primer orden por sus playas de arenas blancas y aguas cristalinas, franqueadas por pinos y campos de olivos en la más típica estampa que uno pueda imaginar de lo que es la costa mediterránea.

Pero es mucho más que eso; es también uno de los lugares donde más me ha impresionado la hospitalidad de sus gentes. Y la comida -¡ay la comida!- un auténtico manjar de dioses.

Viajé en compañía de mi amigo Pablo, nómada como yo por aquel entonces, y lo hicimos sobre la marcha, improvisando los lugares a los que nos dirigíamos en función del momento. Pero al final nos salió un viaje bastante canónico, recorriendo parte del interior de Grecia, el Peloponeso y varias de las islas.

Esta es la crónico del viaje y la ruta que seguimos. Espero que pueda serviros de inspiración.

Atenas

Nuestro viaje comienza en Atenas, capital de Grecia y ciudad con ese particular encanto que desprenden las ciudades decadentes pero con mucha historia. En efecto, Atenas tiene barrios sucios, caóticos y hasta inseguros, pero también tiene una vida auténtica, monumentos a cada esquina y, lo más importante, ha sabido preservar su esencia.

Vista del Odeón de Herodes Ático
Fantástica vista desde el Acrópolis del Odeón de Herodes Ático, con la ciudad de fondo.

Aunque es una ciudad para estarse más tiempo, lo imprescindible de Atenas pueden verse tranquilamente en 2 días. Puedes empezar paseando por los barrios de Monastiraki y Plaka, ambos descansando bajo la dominante figura del Acrópolis. Son barrios muy turísticos, pero con mucho encanto. Monastiraki es un algo así como el barrio comercial de Atenas, y está repleto de tiendas y también restaurantes, además de un mercadillo muy al estilo de los zocos árabes.

Por su parte, Plaka es el barrio más antiguo de Atenas, y se caracteriza por sus callejuelas estrechas, repletas de restaurantes de comida griega que están siempre a rebosar de turistas, pero también de locales. En Plaka, además, puedes encontrar pequeñas iglesias bizantinas y rincones fotogénicos con casas encaladas, muchas de ellas cubiertas de buganvillas, que recuerdan a las islas griegas.

Si andas con poco tiempo para visitar la ciudad, también es una buena idea coger un free tour, donde te llevarán a visitar el Ágora de Atenas, el ágora romana, el Templo de Zeus, el Parlamento y la plaza Síntagma, donde se lleva a cabo el famoso cambio de guardia.

Partenón de Atenas
El Partenón es espectacular, el monumento histórico más impresionante en el que he estado.

Ningún free tour puede entrar a la Acrópolis, pero su visita es obligada: el Partenón es el monumento antiguo más imponente que han visto mis ojos, un sitio donde se huele el peso de la historia.

La sola visita al Partenón, el templo de Atenea, el Erecteion y los Propileos ya sería suficiente, pero contratar una visita guiada con la entrada combinada al museo es también recomendable. El Museo de la Acrópolis, inaugurado en 2009, es uno de los más modernos e interesantes de Europa, con una arquitectura que permite ver los hallazgos arqueológicos bajo tus pies mientras caminas, y una excelente colección de esculturas clásicas.

En Atenas reservamos en un albergue -más bien un antro- llamado Lozanni, pero es la peor decisión de todo el viaje: es el peor alojamiento en el que he estado nunca, con habitaciones tan sucias que rozan la insalubridad. Ha desaparecido de Booking, imagino que por el aluvión de comentarios negativos que recibió. Te recomiendo buscar cualquier otro alojamiento cerca del centro

Por el interior de Grecia: Meteora, región de Zagori y Lefkada

El Peloponeso es una de las joyas de Grecia: es mucho menos turístico que las islas griegas, sin duda mucho más auténtico, y disfrutarás igualmente de unas playas espectaculares, de unos pueblos con muchísimo encanto, de una comida espectacular, y de la asombrosa amabilidad de la gente griega.

Antes de adentrarnos en el Peloponeso queríamos visitar Meteora, lugar archiconocido por sus monasterios colgantes, edificados encima de montículos rocosos. Son un total de 6 monasterios, y el conjunto está declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco.

Atardecer en Meteora
Meteora es famosa por la belleza del atardecer desde algunos puntos, y la fama es bien merecida.

La visita puede hacerse siguiendo un recorrido por carretera de unos 17 km, e ir parando en cada uno de los monasterios. Sobra decir que Meteora es una pasada y, el atardecer, uno de los mejores -probablemente el mejor- que he tenido ocasión de ver.

Pasamos la noche en el Guest House Arsenis, hotel básico pero limpio, con un trato amable y un buen desayuno. Verás que muchas opiniones mencionan lo pesado que puede ser a veces el dueño y tienen toda la razón, pero creo que todo lo demás compensa.

El siguiente punto en la ruta era Monodendri, pero de camino paramos a comer y dar un paseo improvisado en Ionanina, preciosa ciudad al borde del lago Pamvótida. Este fue el primer punto de la ruta alejado de los circuitos más turísticos, cosa de la que pudimos dar fe porque nos encontramos pocos turistas y sí muchos griegos que vienen aquí de vacaciones.

Monodendri es un pequeño pueblo de montaña en la región de Zagori, muy cerca de la frontera con Albania. El pueblo es encantador, con casas de piedra y calles adoquinadas en las que es un placer pasear. Además, es un punto de partida ideal para explorar otros pueblos tradicionales de Zagori, como Papingo o Vitsa. La misma tarde en la que llegamos visitamos unas curiosas formaciones rocosas a las que les han dado el nombre de Stone Forest.

Stone Forest, Grecia.
Foto de las Stone Forest, cerca de Monodendri.

Pero el principal atractivo de la zona es la garganta de Vikos, según el libro Guiness el desfiladero más profundo del mundo, con un ratio de profundidad y anchura de 900 metros, aunque más tarde me enteré que existen bastantes dudas sobre esto.

Por supuesto hay un trekking para recorrerla, pero una confusión al tomar uno de los múltiples desvíos que hay en el camino nos hizo perder bastante tiempo y al final desistimos de hacerla entera. Aún así, las vistas desde los primeros miradores que hay en el camino ya valen la pena. El más famoso de ellos es el mirador de Oxia, desde donde se obtiene una panorámica fantástica de la garganta y el paisaje montañoso circundante (foto de portada de este artículo).

La garganta de Vikos desde el mirador de Oxia
La garganta de Vikos desde el mirador de Oxia.
En Monodendri disfrutamos del mejor alojamiento de todo el viaje: el hotel Ladias, un pintoresco edificio de piedra con habitaciones rústicas pero impecablemente limpias, y un desayuno bufé fantástico. 

No muy lejos de Monodendri se encuentra Corfú, legendaria isla del mar Jónico conocida por sus playas idílicas, pero temiéndonos que en pleno mes de Julio estaría infestada de turistas pusimos rumbo un poco más al sur, hacia la menos conocida Lefkada, cosa que fue todo un acierto, pues en Lefkada pasamos un par de días que a la postre fueron de los mejores del viaje.

Lefkada es una isla encantadora, de ambiente muy relajado, con un aire algo hippie incluso. Me gustó especialmente la playa de Vasiliki, en el extremo sur de la isla, donde pudimos ver otro bello atardecer y cenar de escándalo en un restaurante increíble llamado Batzanakias, donde sirven unos platos con pasta y carne deliciosos, con unas vistas increíbles a la playa y por poco dinero. Un auténtico gustazo.

Porto Katsiki
Porto Katsiki. Foto de manos koutras.

Otra playa que no te puedes perder en Lefkada es Porto Katsiki. Posiblemente la hayas visto ya en alguna foto porque es de las playas más fotogénicas de Grecia, encajada entre acantilados blancos que caen a plomo sobre un mar turquesa. Eso sí, te recomiendo ir temprano para evitar aglomeraciones.

Nuestro alojamiento en Lefkada es el Villa Fenia, un aparthotel de muy buena relación calidad-precio en el norte de la isla. 

El Peloponeso: de Olimpia a Nauplia

La ruta prosigue y entramos ya en el Peloponeso, con una primera parada en la mítica Olimpia, sede de los primeros Juegos Olímpicos en la antigua Grecia.

He de serte totalmente sincero y decirte que la visita a las ruinas fue de lo que más me decepcionó del viaje a Grecia (el estado es verdaderamente ruinoso), pero al menos me llevo la experiencia del mejor plato de pescadoque he comido en mi vida: una dorada así de espectacular en la Taverna griega Orestis (su valoración de 4.6 en Google Maps me resulta del todo infravalorada).

Tampoco estuvo nada mal la estancia en el Mellia Rooms, un Guest House de muy buena relación calidad-precio y que pudimos disfrutar prácticamente para nosotros mismos.

Desde Olimpia el siguiente punto lógico en cualquier ruta sería Delfos, pero tras nuestra desilusión en las ruinas de Olimpia nos apetece algo de playa, así que reseguimos la costa del Peloponeso rumbo suroeste, hacia la playa de Voidokilia, una de las más conocidas del Peloponeso.

Playa de Voidokilia
Vista aerea de la preciosa playa de Voidokilia, con su perfecta forma de omega. Foto de Above Horizon.

Es una playa preciosa, ubicada en una especie de bahía muy pequeña, con una arena finísima y un agua cristalina. No lo supe en su momento, pero un buen plan es subir hasta las ruinas del castillo de Paleokastro, desde donde hay una vista espectacular de la playa en forma de omega perfecta. Días más tarde también me enteré que por allí cerca estaba Cristiano Ronaldo de vacaciones, en un resort de lujo llamado Costa Navarino.

Cerca queda Marathopoli, otro pueblo encantador con un montón de restaurantes donde se come de lujo por poco dinero, donde te atienden estupendamente y absolutamente vacío de turistas extranjeros. Te contaba antes que lo mejor del Peloponeso es poder disfrutar de un destino de playa sin las aglomeraciones que tienen las islas, y un ejemplo de esto lo tienes en la siguiente foto, en la que me puedes ver tumbado a la bartola en un bar donde no había ni un alma, con una estupenda vista al mar, algo impensable en cualquier otro lugar de Grecia.

Descansando en Marathopoli
Mediterranean vibes en Marathopoli.

Nada que ver con lo que vendría después: Nauplia, ciudad de medio tamaño que en su momento llegó a ser capital de Grecia pero que ha ido perdiendo población e importancia política.

Decidimos buscar un apartamento con piscina para echar el ancla y descansar unos días. Elegimos el Meraki Rooms y acertamos de pleno. 

Aunque sigue teniendo un ambiente tranquilo y acogedor, es un sitio mucho más turístico, con numerosos restaurantes y tiendas que se distribuyen en un pequeño casco antiguo muy bonito y un largo paseo marítimo. También puedes subir hasta la fortaleza de Palamidi, con sus 999 escalones y unas vistas increíbles de la ciudad y el golfo Argólico.

Imagen desde el puerto de Nauplia
Bonito ocaso desde el muelle de Nauplia.

Como digo, Nauplia recibe muchos más turistas por quedar cerca de uno de los principales atractivos del Peloponeso: el teatro de Epidauro, uno de los mejor conservados del mundo y cuya acústica sigue siendo impresionante incluso para los estándares de hoy. En verano se programan obras en el teatro, así que un buen plan es comprar entradas para ver alguna de ellas.

Me sorprendió ver a tantísima gente, turistas pero también griegos. En efecto, el teatro es una pasada, no solo por lo bien que se conserva sino porque el emplazamiento es una maravilla y la acústica es tan excepcional como se indica en las guías de turismo. Es sorprendente comprobar cómo durante la obra los actores cuchichean entre ellos, pero desde los asientos en las gradas más altas se puede escuchar perfectamente las voces.

Lamentablemente las obras se representan en griego con la única ayuda de una pantalla con subtítulos en una de las gradas, subtítulos que además van con mucho retraso, por lo que resulta imposible seguir la obra. Aún así, vale la pena solo por visitar Epidauro y comprobar lo maravilloso de su acústica.

Teatro de Epidauro
La acústica del teatro de Epidauro es una cosa muy seria.

Epidauro fue un colofón perfecto a nuestro road trip por el interior de Grecia y el Peloponeso. El día siguiente cruzaríamos el canal de Corinto hacia el puerto ateniense del Pireo, para coger un Ferry en dirección a dos islas muy turísticas del mar Egeo: Santorini y Creta.

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