En la frontera de Italia con Suiza y Austria se alzan los Dolomitas, un macizo montañoso de los Alpes famoso por sus elevaciones de roca caliza, moldeadas durante milenios por la erosión del hielo glaciar que antaño reinó en estos lares. El gris de la roca y el blanco de la nieve de los pocos glaciares que aún se resisten a desaparecer contrasta con el verde de los bosques y prados, todo ello bañado por el agua transparente de los ríos que corren por el fondo de los valles y salpicado de carreteras que serpentean entre míticos puertos de montaña. Esto son los Dolomitas.
En septiembre de 2021 hice una ruta por carretera de una semana para conocer una región de los Alpes que llevaba mucho tiempo queriendo conocer. Aprovechando que no está demasiado lejos, y que tampoco había estado nunca, incluí en la ruta Venecia.
De Milán a Alleghe, haciendo antes una visita en Venecia
El vuelo de Barcelona a Milán llega a Bergamo a eso del mediodía, así que hay tiempo suficiente para coger el coche de alquiler que tenía reservado y ponerme inmediatamente en ruta hacia Venecia. Son apenas dos horas de coche, así que me planto en Venecia justo para comer, dejar las maletas en el Campanile Venice Mestre, hotel de estupenda relación calidad-precio y muy cercano a la estación de tren, donde cojo el tren que te lleva a Venecia.
Es septiembre de 2021 y el COVID aún colea, así que tengo la suerte de visitar Venecia sin demasiado turista. Además, hace un tiempo magnífico y la luz del ocaso de aquella tarde es preciosa para fotografiar; lástima que haya dejado la cámara buena en casa para este viaje. Aún así es difícil no tener buenas fotos con esta luz, y mi Pixel logra capturar la belleza del momento.
Al día siguiente aún da tiempo de volver a Venecia a desayunar un famoso cannoli con un cappuccino y dar un paseo con aún menos gente que el día anterior. A eso del mediodía ya empiezan a llegar las hordas de turistas y me veo con problemas para encontrar un sitio decente para comer. Es momento de despedirse de Venecia.
Regreso a Mestre y cojo de nuevo el coche para conducir otras dos horas hasta Alleghe, donde hago noche. Alleghe es conocido por ser uno de los pueblos más bonitos de los Dolomitas. También por las pistas de Ski Civetta, integradas en Dolomiti Superski, el dominio esquiable más grande del mundo.
Tengo reserva en el Alpenrose, un agradable y económico hotel, aunque algo apartado del lago Alleghe. Así que dejo las maletas y doy un paseo alrededor del lago y ceno en el restaurante Lagoi, con unas fantásticas vistas al lago y una muy buena comida, si bien algo cara.
A Cortina d’Ampezzo por el Passo Giau y la Marmolada
Empiezo el road trip de verdad, en un día de mucha carretera pero en el que visito un montón de puntos míticos de los Dolomitas. El primero es el glaciar de la Marmolada. Allí puedes tomar un teleférico que te sube hasta la Punta Rocca, a 3.265 metros de altitud. La vista de 360º que se tiene de todos los Dolomitas es impresionante, aunque aquel día no tuve suerte y multitud de nubes bajas taparon la panorámica.
La vista que se tiene del glaciar también impresiona, pese a su evidente estado precario y en retroceso. De hecho, en el momento de mi visita unos operarios estaban cubriéndolo con lonas, algo que lleva probándose desde hace años con el objetivo de ralentizar el derretimiento del hielo.
Es mediodía y paro a comer en el restaurante que más me gustó de todo el viaje: un refugio de montaña llamado Baita Sole, algo apartado de la carretera y ubicado en una pradera preciosa con mesas y tumbonas al aire libre. La comida no solo está buena y es económica para los estándares de los Dolomitas, sino que es una absoluta gozada comer en un entorno tan espectacular y tranquilo.
La ruta prosigue por el Passo Giau, puerto de montaña que llega a 2.236 metros de altitud y conocido sobre todo por sus 29 curvas cerradas, que han protagonizado en numerosas ocasiones etapas épicas del Giro de Italia. También es un puerto frecuentado por motoristas; la cantidad de moteros que atraviesan el Passo Giau es algo realmente llamativo, y yo no recuerdo haber visto tantas motos en mi vida.
La estampa clásica del Passo Giau es la del pico Gusela. Del mítico hotel y restaurante Berghotel parte un pequeño sendero que te acerca a las faldas del pico. En esta zona hay también varias vías ferratas, y de aquí parten también senderos hacia las famosas Cinque Torri.
Hago noche en el hotel Meuble Villa Neve, de lo poco disponible y con un precio razonable que pude reservar en Cortina d’Ampezzo. Esta famosa localidad, sede de los Juegos Olímpicos de invierno en 1956, es preciosa y tiene mucho encanto, pero su fama como destino turístico de esquí hace que tenga unos precios elevados incluso en verano, por lo que te recomiendo reservar el hotel con antelación para conseguir precios razonables.
Cortina d’Ampezzo sirve de base para muchos trekkings muy populares de la zona; el principal es el de las Tre Cime di Lavaredo, ruta circular que rodea los míticos picos Piccola, Cima Grande y Cima Ovest. Es también un destino de fama mundial para escaladores y está repleta de vías ferratas; en definitiva, un lugar top para aventureros, si bien el trekking de las Tres Cimas de Lavaredo es bastante asequible y sin demasiadas complicaciones técnicas.
En el camino de vuelta de la excursión a Lavaredo se puede parar en el lago Misurina, enclavado en un entorno espectacular, con varios hoteles y restaurantes al borde del lago y donde es posible alquilar barcas para una navegación en familia en sus aguas.
Cerca de Cortina d’Ampezzo también tienes el Lago di Sorapis, conocido por sus aguas de color esmeralda. Lamentablemente, en septiembre es un lago que suele estar ya bastante seco y, por ello, la estampa en esta época queda bastante deslucida. Aún así, la ruta hasta el lago di Sorapis es muy bonita y, en este caso, mucho más exigente en lo físico que la de Lavaredo, además de tener algún paso con cadenas y bastante expuesto, por lo que no es recomendable para todo el mundo.
En el corazón del Trentino: lago di Braies, Val di Funes y Alpe de Suisi
Tras un par de días en Cortina d’Ampezzo me pongo de nuevo en ruta, ahora rumbo norte hacia el famosísimo lago di Braies, cuya estampa ha sido millones de veces fotografiada e instagrameada. Como suele suceder con los lugares tan turísticos el lugar está atestado de gente y la estampa no es tan idílica como lo parece en las fotos. Aún así, es innegable la belleza del lugar, y a lo largo del sendero que rodea el lago es posible detenerse en lugares más alejados de la marabunta.
La carretera prosigue después atravesando el Trentino, por pueblos preciosos como Monguelfo o Brunico donde se puede apreciar a la perfección la influencia germana en esta región del Trentino y del Tirol meridional. De hecho, y aunque estamos en Italia, no es raro que te atiendan en alemán, o ver letreros y carteles en los dos idiomas.
Poco después de Brunico pongo rumbo sur para dirigirme a la Val di Funes, conocida por sus enormes prados verdes salpicados aquí y allá por casas y capillas que le dan una apariencia bucólica. Una de esas capillas se ha hecho tremendamente famosa, la de San Giovanni.
Tanta fama tiene que el lugar se ha convertido en una trampa para turistas: una valla rodea el perímetro de la iglesia y para verla de cerca hay que pagar 4€ independientemente del tiempo que vayas a estar, además de los 2€ para aparcar el coche en el parking “oficial”. Puedes ahorrarte estos 2€ si dejas el coche en una de las curvas de la carretera que hay poco antes; ya verás que son muchas las personas que dejan el coche aquí.
La Val di Funes es otro lugar como Cortina d’Ampezzo, bastante pijo y muy caro para alojarte, pero la cercana población de Ortisei ofrece hoteles a precios mucho más razonables. Aquí paso la noche antes del último día en los Dolomitas, día que empiezo conduciendo por el Passo Gardena, otro puerto de montaña mítico de los Alpes y que a mí me gustó más incluso que el Passo Giau.
Prácticamente de forma consecutiva se llega a otro puerto de montaña, el Passo Sella, aunque no sé si es por el cansancio acumulado de tanto conducir o simplemente que el Gardena me gustó más, pero la cuestión es que el Passo Sella no lo recuerdo tan espectacular.
El último punto del road trip es el lago di Carezza -foto de portada- fácilmente accesible en apenas 5 minutos desde un parking de pago, al lado de la carretera. La fácil accesibilidad y lo bonito del paisaje han convertido al lago di Carezza en otra turistada: el parking es de pago, hay baños, restaurante y una tienda de souvenirs, además de un gentío, sobre todo autocares de grupos organizados y escolares.
El viaje llega a su fin y la sensación que me queda es de haber ido de más a menos; salvo la excepción del Passo Gardena, la segunda parte del road trip -desde que dejé Cortina d’Ampezzo- ha transcurrido en lugares demasiado turísticos y con bastante menos interés, pero ningún viaje es perfecto y Dolomitas no iba a ser la excepción. Con esa idea conduzco a Bolzano, donde paso la noche para al día siguiente conducir otras dos horas más hasta Bérgamo, donde tomaré el avión de vuelta a Barcelona.