Qué ver en Islandia: Road Trip por la tierra de hielo y fuego

Crónica de mis dos semanas recorriendo la Ring Road

Islandia es conocida por su naturaleza indómita: volcanes, cascadas, glaciares, fiordos y montañas de lo más variopintas conforman uno de los paisajes más fascinantes del mundo. Pero lo que ha hecho de Islandia un destino turístico tan popular es lo accesible que resulta visitar todos estos lugares: una carretera -prácticamente la única del país- rodea la isla y permite ir visitando cómodamente los puntos de interés. Es la conocida como Ring Road.

Así que el viaje típico en Islandia consiste en alquilar un vehículo nada más aterrizar en Reikiavik y lanzarse a viajar por esta carretera en cualquiera de sus dos sentidos. Y aunque la carretera es cómoda y va conectando con las principales ciudades y pueblos de la isla, permite igualmente desviarse un poco para visitar lugares más remotos y poco frecuentados por turistas.

Así que Islandia reúne muchos condicionantes que hacen de este un road trip épico, y en este artículo te cuento qué es lo que visité en mi viaje a Islandia en el mes de septiembre de 2021.

Fagradalsfjall 

El viaje empezó muy fuerte con una excursión al volcán activo de Fagradalsfjall, muy cerquita de Reikiavik. Tuvimos la suerte de que el volcán había entrado en erupción coincidiendo con nuestro viaje, así que no dudamos ni un instante en hacer una visita, aprovechando que queda cerca muy cerca del aeropuerto de Keflavik.

Pocas veces uno puede acercarse tanto a una colada de lavada. El recuerdo que tengo de aquel día es inolvidable.

Tuvimos, además, la suerte de disfrutar de una meteorología maravillosa para lo que es Islandia, con un día mayormente soleado. Pudimos caminar un buen rato siguiendo la colada, hasta llegar bastante cerca del cono del volcán, si bien en aquel momento este mostraba poca actividad y no pudimos verlo escupiendo lava. Pero solo por poder ver la colada de lava de tan cerca valió la pena: la colada de lava desprende una belleza marciana que sobrecoge y aturde los sentidos.

El volcán cesó su actividad en octubre de aquel año, pero volvió a entrar en erupción en 2022 y 2023, y se cree que puede volver a hacerlo en cualquier momento. Así que es posible que tengas la misma suerte que nosotros y puedas disfrutar de este espectáculo de la naturaleza, sin duda una de las experiencias irrepetibles que me llevo conmigo a la tumba.

Seljalandsfoss, Skogafoss y la playa negra de Reynisfjara

Islandia es el país de las cascadas, y en el sur las hay a «borbotones», nunca mejor dicho. Una de las primeras paradas ineludibles viajando por la Ring Road en sentido anti horario es la cascada de Seljalandsfoss, una de las más fotografiadas de Islandia y fácilmente accesible, ya que se ve desde la carretera y el desvío no lleva más de un minuto.

Cascada de Seljalandsfoss
La multifotografiada cascada de Seljalandsfoss

Si viajas en verano, la cascada suele estar rodeada de un manto verde y es especialmente espectacular al atardecer, cuando el sol se alinea con el salto de agua. En invierno, en cambio, el sendero que pasa por detrás puede estar cerrado por el hielo. El aparcamiento es de pago y suele estar bastante concurrido durante el día, por lo que es buena idea visitarla a primera hora o al final de la tarde.

No te vayas aún de aquí; un pequeño sendero que sale por el lado izquierdo se adentra en una gruta que lleva a Gljufrabui. Gljufrabui significa “cascada escondida en el cañón”, y aunque está a solo 150 metros de Seljalandsfoss, muchos turistas la pasan por alto. Recomendable ir con chubasquero o con una buena chaqueta impermeable, ya que resulta imposible visitarla sin mojarse.

La otra gran cascada de esta zona del sur de Islandia es Skogafoss, para algunos la cascada más bonita de Islandia, aunque no comparto esa opinión. Skogafoss también es famosa porque en días soleados se pueden ver uno o incluso dos arcoíris gracias a la gran cantidad de niebla que genera la caída de agua. Si viajas en autocaravana o tienda de campaña, justo al lado hay un camping básico pero con unas vistas inmejorables a la cascada.

La rutilla por el cañón de Skoga fue una de las sorpresas inesperadas de Islandia, un sendero fácil por un cañón precioso.

Lo que más me gustó de Skogafoss no fue la cascada en sí, sino una ruta que sale desde la parte superior de la cascada, accesible subiendo 500 escaleras. Esta ruta se adentra por un cañón, siguiendo el río Skoga por un sinfín de pequeñas cascadas, meandros y formaciones rocosas rodeadas de prados verdes. Una ruta preciosa que recompensa con un paisaje increíble a cambio de no mucho esfuerzo.

Tras Skogafoss paramos en otro lugar muy turístico de la zona: la playa de arena negra Reynisfjara, famosa por el color de la arena y por las formaciones basálticas de sus rocas, que dan lugar a un paisaje de otro mundo, y que ha sido escenario para películas y series, entre ellas Juego de Tronos. Estas rocas se llaman Reynisdrangar, que según la leyenda islandesa son trolls petrificados por el sol.

A nosotros nos coincidió con un tiempo de perros, lluvia y viento que hicieron muy incómoda la visita, pero esto nos echó para atrás a la hora de estarnos un buen rato haciéndonos fotos en esta icónica playa.

Allí pude saber que este es uno de los mejores spots de surf de Islandia, si bien también de los más peligrosos por las llamadas “sneaker waves”, olas de mucha fuerza que pueden arrastrarte sin previo aviso y que ya han causado más de una fatalidad a turistas despistados.

Cerca de Reynisfjara está el mirador de Dyrhólaey, en lo alto de un acantilado que mira al mar. Es un punto no tan conocido y menos frecuentado por turistas, pero regala unas vistas espectaculares de la playa del mismo nombre y del arco de Dyrhólaey, que es el punto de tierra más meridional de Islandia.

Paisaje desde Dyrhólaey en Islandia
Las vistas desde el mirador de Dyrhólaey son increíbles.

a unos minutos en coche está el pequeño pueblo de Vík í Mýrdal, con gasolinera, supermercado y algunos restaurantes, un buen punto para hacer una parada y abastecerse antes de seguir la ruta por el sur de la isla. Eso es lo que hacemos; bien, no exactamente, ya que el alojamiento escogido está a las afueras: es el The Barn, uno de los hostels mejor puntuados en Islandia.

Landmannalaugar

Poco después de Vík nos desvíamos hacia el norte, adentrándonos en las Tierras Altas islandesas en dirección a Landmannalaugar. Esta región de la reserva natural de Fjallabak es famosa por el peculiar color entre rojizo, gris y verde de sus montañas moldeadas durante miles de años por la actividad volcánica y una ingente cantidad de manantiales geotérmicos que hay en la zona, y que también han dejado el lugar repleto de fumarolas, campos de lava, ríos y rocas de las formas más caprichosas que uno pueda imaginarse.

En Landmannalaugar puede hacerse uno de los mejores trekkings de Islandia, de tan solo unas 3 horas y media pero que ya dan una buena muestra del particular paisaje de esta zona. El trekking parte de las cercanías de un camping, donde hay también unas pozas de aguas termales, totalmente abiertas al público y gratuitas.

El trayecto en 4×4 hasta llegar a Landmannalaugar me gustó aún más que el trekking.

Pero ojo, porque el trayecto hasta aquí ya supone toda una aventura: hay que coger una carretera F, que en Islandia son los caminos únicamente transitables para todoterrenos. Aunque depende mucho de la época en la que vayas, lo más normal es que tengas que vadear varios ríos, por lo que la recomendación de venir aquí en 4×4 no es baladí. Si te gusta conducir por pistas de tierra disfrutarás de un día de auténtica aventura, atravesando un paisaje lunar que te queda grabado en la memoria.

Glaciar Vatnajökull y Diamond Beach

Si te fascinan los glaciares tanto como a mí, ver el glaciar Vatnajökull será uno de los puntos álgidos de tu viaje. Se trata del mayor glaciar de Islandia y el segundo mayor de Europa, cubriendo 8.100 km², un 8% de la superficie del país. Aunque es un glaciar en retroceso sigue siendo impresionante, y las vistas que se tienen de él sobrecogen.

Una forma genial de visitarlo es realizando el trekking que sube al pico Kristínartindar, el cual discurre paralelo a la lengua glaciar de Skaftafellsjökull, en una ruta circular que también te permite ver la famosa cascada de Svartifoss, con sus características columnas de basalto detrás de ella.

El sendero que va a la cima del Kristínartindar regala constantes vistas desde el lado izquierdo del glaciar.

Si vas con tiempo, el mismo día, o ya al día siguiente, puedes ir a la laguna glaciar de Jokulsarlon y la famosa Diamond Beach, donde van a parar enormes bloques de hielo desprendidos del glaciar y convertidos en imponentes icebergs. Nosotros tuvimos la mala suerte que unos vientos terribles a 150 km/h nos obligaron a abortar la visita, pero las fotos del lugar dejan bien claro que es un lugar que merece absolutamente una visita.

Fiordos del Este y cráter de Hverfjall

Los Fiordos del este de Islandia son una opción secundaria que no mucha gente incluye en su viaje por la isla, pero si vas con tiempo para hacer el road trip en dos semanas vale la pena que te acerques por aquí. La ruta en coche desde Vatnajökull es larga, ya que la carretera recorre prácticamente toda la costa este, sorteando continuos brazos de mar que quieren internarse en la costa, pero el paisaje está salpicado por acantilados, montañas, prados enormes, lagos y ríos que hacen que el trayecto merezca totalmente la pena.

Uno de los fiordos por el que se pasa es el Berufjörður, el más meridional de los fiordos del este y también uno de los más profundos, así como pequeñas y encantadores poblaciones donde poder repostar y tomar un café. El destino final era el fiordo Mjóirfjördur, quizás el más popular de los fiordos del este no solo por su belleza sino por la presencia de los restos de un barco del ejército estadounidense que quedó encallado en este sitio durante la Segunda Guerra Mundial.

El trayecto en carretera por los fiordos del este regala paisajes maravillosos, como esta foto tomada en el Berufjörður.

La parada lógica en el trayecto es Egilsstaðir, la principal ciudad de la mitad este de Islandia que descansa a orillas del río Lagarfljót. Al día siguiente reanudaríamos el viaje por la carretera 1 en dirección al norte de la isla, pasando por algunos sitios interesantes, como el cañón de Stuðlagil, conocido por sus columnas de basalto y que tiene una historia particular, pues no se conoció hasta 2004, cuando el caudal del río descendió por la construcción de una presa río arriba, cosa que reveló las curiosas formas basálticas que le han dado fama.

En la ruta, otra parada recomendable, sobre todo si te gustan los spa y baños termales, son los baños de Myvatn, instalados en una laguna artificial que aprovecha la geotermia del lago volcánico justo al lado para calentar unas aguas termales ricas en minerales y con ese característico olor a azufre. Estos baños son una alternativa mucho más económica, y sobre todo tranquila, al Blue Lagoon, la conocida laguna termal cerca de Reikiavik.

En realidad, toda la zona en los alrededores del lago Myvatn concentra varios puntos que vale mucho la pena visitar. El mejor de todos ellos es el cráter de Hverfjall, en el camino hacia Akureyri. El desvío de la carretera te deja en un par de kilómetros en un párking, desde el que puedes subir caminando hasta la cima y allí, rodear el cráter caminando por la cresta. Las vistas de toda la zona son espectaculares, y si lo coges con la luz del atardecer como nosotros, más aún. La nieve recién caída fue la guinda de la postal, y contrastaba con el paisaje lunar de la tierra negra de este volcán, ya extinto.

El cráter de Hverfjall es un gran desconocido de Islandia, pero a mí me pareció de lo más bonito del viaje.

En la imagen de arriba, en la parte izquierda, se ven las fumarolas de la zona geotérmica de Hverir, cerca de Myvatn, lugar más conocido aunque he de confesarte que no me pareció gran cosa. Además, el lugar desprende un fuerte hedor a azufre, olor similar al de huevos podridos, que hacen que la visita resulte bastante desagradable. Cerca de aquí queda también la cueva Grjotagja, que se dio a conocer por ser el lugar donde se rodó la escena de sexo entre Ygritte y Jon Snow en Juego de Tronos.

Cascadas del norte: Dettifoss, Selfoss y Godafoss

En el norte de la isla, en un radio de apenas 100 km se encuentran las tres cascadas que más me gustaron de Islandia.

La cascada de Dettifoss es considerada la más potente y una de las mayor caudal de Europa. A mí es la que más me impresionó por el enorme caudal de agua, la violencia con la que cae, el ruido ensordecedor, y el hecho de poder acercarte tanto. Por cierto, aquí es donde Ridley Scott rodó la escena inicial de Prometheus.

Dettifoss es la cascada más impresionante de Islandia.

A un kilómetro y medio, remontando el río, se encuentra la cascada de Selfoss, no tan espectacular pero mucho más grande, y que se ramifica en multitud de pequeñas cascadas a lo ancho de todo el acantilado. Por cierto, las aguas que alimentan este río nacen del glaciar Vatnajökull.

Godafoss es la que menos me gustó de las tres, pero aún así merece una visita. Esta cascada también se ramifica en dos secciones, con otra pequeña cascada justo en el medio. Se puede acceder hasta la base, o bien recorrer otro camino alternativo por arriba para verla con mayor perspectiva, pero desde un punto más alejado.

La cascada de Godafoss.

Regresando a Reikiavik: el oeste de la isla

De Akureyri cogemos nuevamente la carretera 1 para dirigirnos dirección oeste hacia Reikiavik. En el camino hay varias paradas interesantes, como la Glaumbær Farm & Museum, una granja museo sobre la vida rural en Islandia, y con una arquitectura particular, con esas casas protegidas con turba para resguardarlas del frío.

Las pintorescas casas del Glaumbær Farm & Museum

Continuando la ruta, un pequeño desvío te acerca del cañón de Kolugljúfur, nada espectacular, pero siendo el desvío tan corto vale la pena.

Pero nada de esto puede compararse con la cascada de Glymur, es la segunda más alta de Islandia, con 190 metros de caída. Como curiosidad, tuvo el honor de ser la más alta del país hasta 2007, cuando ese honor se lo arrebató la cascada de Morsárfoss, de 240 metros y descubierta en 2007 en el parque nacional del Vatnajökull. Lo bueno de Glymur es que para poder verla hay que hacer un trekking, no precisamente fácil, por lo que son pocos los turistas que vienen aquí.

Sin embargo, la cascada es preciosa y el trekking aún más, porque el paisaje es increíble y el trekking tiene también un alto componente de aventura, debiendo atravesar un río de aguas frías como el hielo si uno quiere tomar el camino que te acerca a las mejores vistas de la cascada.

El trekking a la cascada de Glymur es uno de los mejores de Islandia.

El círculo dorado

El círculo dorado es el mayor reclamo turístico de Islandia por su proximidad a la capital y por lo accesibles que son todas sus «atracciones», por lo que aquí es donde más turistas te encontrarás. Esto no quiere decir que no valga la pena, y lo cierto es que reúne lugares muy interesantes, como Gullfoss, Bruarfoss y Geysir.

A este trío de imprescindibles se suma el Parque Nacional de Thingvellir (Þingvellir), Patrimonio de la Humanidad, famoso por ser el lugar donde se fundó el primer parlamento islandés y por estar situado en la falla entre las placas tectónicas de Norteamérica y Eurasia. Literalmente se camina entre dos continentes.

La cascada Öxarárfoss está dentro del Parque Nacional Thingvellir.

El círculo dorado puede visitarse en un único día, aunque también es habitual partir la visita en dos días y así tomársela con más calma. En nuestro caso dedicamos día y medio, y tuvimos tiempo incluso para que algunos integrantes del grupo pudieran hacer snorkel en Silfra, una de las actividades estrella de Islandia que te permite bucear entre dos continentes y en unas aguas que están entre las más claras para el buceo del mundo.

Antes de dirigirnos al aeropuerto, un último paseo por Reikiavik, visitando la muy particular iglesia luterana de Hallgrímskirkja, mal llamada por algunos como la catedral de Reikiavik -no lo es- o la famosa Rainbow Street, puso el punto final a nuestro viaje en Islandia, tras dos semanas recorriendo la Ring Road. El azar quiso que Islandia nos despidiera con el regalo de una aurora boreal nada más despegar el avión, poniendo un broche de oro perfecto a un viaje inolvidable.

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